viernes, 14 de septiembre de 2007

ENTREVISTA AL PADRE FELIPE BERRIOS: NO CENTRARSE EN UNO MISMO, SINO EN LOS DEMAS...

Polémico para algunos, agudo para otros y para muchos conciliador, el Padre Felipe Berríos se ha convertido, de un tiempo a esta parte, en uno de los religiosos jesuitas más solicitados, no sólo por los medios de comunicación, sino también por los propios fieles. Entre los desafíos de un Techo para Chile, la Universidad del Trabajador (INFOCAP), las esperadas misas de los domingos en el colegio San Ignacio, los retiros, charlas, reflexiones escritas y entrevistas, su ajetreada vida lo exige al máximo. Sin embargo, no se le ve estresado. Por el contrario, transmite una gran calma y un entusiasmo que contagia no sólo a los jóvenes que trabajan con él, sino que a todos quienes lo conocen, porque de verdad se nota completamente convencido de lo que hace. Es pausado, reflexivo, se toma su tiempo para conversar. No le gustan las fotos y, a pesar que últimamente ha estado muy presente en los medios de comunicación, parece sentirse mucho más cómodo con los bototos embarrados en los campamentos, trabajando codo a codo con las personas que lo necesitan. Lo visitamos en su oficina, atestada de fotos, miles de recuerdos de diferentes épocas de su vida y algunas imágenes sacras. Unas alegres botellas de colores adornan un cierto caos o, más bien, el desorden propio de quien tiene una vida ocupada. Sonríe cuando le preguntamos qué privilegios le ha dado el hecho de contar con un hermano gemelo. Confiesa bromeando que tener un “clon” sólo fue una ventaja cuando eran jóvenes. En medio de sus múltiples actividades, Felipe Berríos se da el tiempo para hablar con “Atrévete” de la discapacidad. A pesar de no haber trabajado directamente en este ámbito, es algo que le impacta profundamente y demuestra un conocimiento bastante amplio en el tema.
Fuente : REVISTA ATREVETE (FONADIS)


-Para comenzar, quisiéramos conocer su visión sobre la discapacidad...
Creo que el punto de partida para hablar de discapacidad es reflexionar sobre el sentido de nuestras vidas. A menudo se nos olvida el fin de nuestra existencia y desde esa mirada, obviamente que no podremos comprender la discapacidad. Cada uno está en la tierra para amar y ser amado; sin embargo, a veces pensamos que estamos aquí para competir. En esa perspectiva, los verdaderos discapacitados somos nosotros, porque quienes tienen limitaciones de distintos tipos, pueden perfectamente llegar más rápido a comprender el verdadero sentido de la vida.

¿Esto quiere decir que las personas con discapacidad tienen una suerte de ventaja frente a los que no lo son?
Para el evangelio, el rico es quien cree que todo lo merece y por tanto no agradece nada, el pobre -en cambio- es quien siente que no merece nada y todo lo que recibe lo goza, todo para él es un regalo. Nosotros, quienes nos consideramos normales, somos autosuficientes, nos cuesta mucho pedir ayuda, no sabemos dar sin esperar nada a cambio. Las personas con discapacidad, por el contrario, desde que nacen o adquieren una discapacidad, comprenden que muchas veces tienen que depender de los demás. Eso los hace más humildes y obviamente más pobres, en el concepto evangélico de humildad y pobreza, por tanto, también más bienaventurados a los ojos de Dios. La personas con discapacidad no pueden centrar su vida en lo externo. Asimismo, conocen el dolor y a través del sufrimiento se humanizan. Esto no significa que todos ellos sean un ejemplo de vida, pero practican virtudes que a veces son muy escasas en el común de la gente.

¿Cuál ha sido su experiencia con el mundo de la discapacidad?
Hay una experiencia personal que a mi me impactó y me marcó muchísimo. En México me tocó conocer un hospital para personas discapacitadas y con muchas deformaciones físicas, que eran cuidadas por unas monjitas a quienes yo visitaba regularmente. Cierto día, las hermanas tuvieron que salir y me pidieron si me podía quedar a cargo, mientras ellas regresaban. Mi papel era sólo mirar que todo estuviera en orden, porque ellas llegarían a preocuparse luego de las medicinas, el aseo personal, etc. No sin cierto temor, acepté quedarme con cerca de 30 niños y jóvenes con discapacidad. La ley de Murphy se hizo presente en esa oportunidad. Las monjitas no regresaban nunca, el tiempo pasaba y yo veía que las personas se intranquilizaban y las hermanas no aparecían. De pronto, una joven de aproximadamente unos 25 años, que era ciega y no tenía ni brazos ni piernas, me pidió desesperadamente que la mudara, yo le expliqué que no sabía hacerlo, pero ella me insistía y me rogaba porque si no la mudaba podía infectarse y le saldrían heridas. Al principio, me corrí lo más que pude, pero finalmente no me quedó otra y tuve que enfrentarme con algo que jamás había hecho y menos con una persona adulta. Ella, a pesar de no ver, percibió mi incomodidad y me preguntó ¿te sientes mal? Antes que le respondiera ella replicó: yo me siento aún peor. Comenzamos a conversar y me contó su historia: Recién nacida, había sido tirada al basurero y después de dos días, la habían encontrado medio muerta. Llevaba 25 años en ese hogar y aunque no podía moverse, no veía y dependía 100 por ciento de otros, esta mujer me impactó por su alegría, una alegría como yo nunca antes había visto. Verdaderamente le brotaba de lo más intimo y profundo. Ella se dio cuenta, además, que muchos otros enfermos del lugar necesitaban ayuda. Entonces comenzó a instruirme para que pudiera asistirlos - “El que está en la cama 3 necesita tal remedio, el otro quiere que le des agua, el de más allá necesita que lo cambies de posición”. Así, con la ayuda de una persona ciega, pude asistir a los que lo necesitaban, mientras regresaban las monjitas. En esos momentos, yo me sentía absolutamente más discapacitado que ella. Otro persona que me ha impactado profundamente es Daniela García, la joven estudiante de Medicina, que quedó mutilada después de caer de un tren. Tanto ella como mi amiga de México, son un ejemplo de humildad, de fe y de fuerza. Creo que el secreto de ambas es el mismo del Padre Hurtado: no estar centrado en uno mismo, sino que en los demás.

¿Cómo percibe a la sociedad chilena en relación con la discapacidad?
Creo que la Teletón ha hecho un aporte extraordinario. La gente en general es acogedora con las personas con discapacidad, una vez que se rompe la primera barrera. Porque lo que ocurre es que las personas no saben cómo acercarse a una persona con discapacidad, no saben cómo ayudarla. Muchas veces me ha tocado ver a una persona ciega tratando de atravesar la calle y a mucha gente a su alrededor, sin saber cómo aproximarse. Los chilenos somos un poco tímidos en este sentido, porque tenemos miedo a la reacción del otro, no es por maldad o por falta de preocupación, es más bien por una real falta de conocimientos acerca de cómo interactuar, de cómo nos entendemos con la discapacidad.

¿Y qué se le ocurre a usted hacer para vencer estas barreras?
Creo que hay que dar ejemplos concretos. Me acuerdo que en Holanda conocí a una familia que tenía un hijo con Síndrome de Down. En ese caso, el Estado se preocupaba de buscarle un puesto en una empresa que estuviera cercana a su domicilio, a la vez que subvencionaba este empleo. Así, este muchacho, cuya discapacidad era bastante severa, se dedicaba a poner estampillas en algunos sobres y la verdad es que llegaba a su casa contento porque se sentía útil para el mundo y se relacionaba con otras personas, lo que le ampliaba su visión. Trabajar es un bien, no hacerlo -cualquiera sea el motivo- es a mi juicio un castigo que no deberían padecerlo las personas con discapacidad. Mirándolo desde otro punto de vista, tengo la experiencia aquí mismo, en Un Techo para Chile, de un muchacho con discapacidad, cuyo aporte más importante ha sido humanizar el ambiente de trabajo y a crear un clima de mayor comprensión y profundidad, ha sido increíble.

Se trata, entonces, de pensar en positivo...
Creo que debemos volver al punto de partida de nuestra reflexión: Si el fin de nuestra existencia es amar y ser amado ¿qué relevancia tiene la discapacidad en este contexto?… Incluso puede convertirse en una ventaja. Hay tantos ejemplos en la historia que nos demuestran que la imagen externa es como una cáscara que se desprende y derrumba en cualquier instante. Sin ir más lejos, la propia Marilyn Monroe, físicamente era perfecta, pero terminó suicidándose, porque no tenía un sentido por el cual vivir. El tener un buen estado físico no garantiza nada. Cuando a Jesús le traen a un ciego y Él le permite ver, proclama que a través de ese ciego quiere abrirle los ojos a todos los que no quieren ver. Para mi es muy importante no confundir una discapacidad física con un castigo de Dios o con una prueba que el Señor nos pone en el camino. La verdad es que Dios no juega así con sus hijos amados. Dios nos cuida a todos, amorosamente, porque no importa nuestra condición, todo podemos amar o ser amados.

¿Qué le diría a los papás de un niño con discapacidad?
Les diría que miren a su criatura con otros ojos. Que ella no vino a la tierra para competir. Les diría que lo único que uno espera de sus hijos es que sean felices y que no teman, porque sus hijos probablemente tengan más posibilidades, incluso que los niños sanos, de lograrlo, porque vinieron al mundo a amar y ser amados… Solamente eso y nada más que eso.